Novena entrega 1 de julio 2021


Un libro: El lenguaje, Celia Alba de Torre y Oriol Borrega Cepa (2017)


A veces no somos justos con los libros que aparecen en las colecciones que llegan a nuestros quioscos puntuales cada semana. Unas veces son clásicos reeditados, pero en otras se trata de obras actuales que nos acercan a planteamientos específicos más allá de las librerías especializadas.

El lenguaje. Las bases neuronales de la comunicación, de Celia Alba de Torre y Oriol Borrega Cepa, dentro de la colección Ciencia y Cerebro, es una muestra de cómo se puede hacer buena literatura de divulgación rompiendo varias de las barreras habituales, la de la especificidad temática y la limitación física de la distribución. En un mundo en el que desgraciadamente cierran las librerías y se reduce la movilidad, el quiosco vuelve a ser —allí donde se puede mantener— un punto de encuentro entre el libro y su posible lector.

El lenguaje es una obra que se lee muy bien y que pone al alcance de los lectores interesados en un fenómeno tan humano como es nuestra capacidad de comunicarnos y de pensar las últimas investigaciones en el mundo científico.

La aparición de las nuevas técnicas de exploración en diversas líneas, de la genética al funcionamiento del cerebro, han permitido establecer nuevas hipótesis sobre el lenguaje, esta vez desde el mejor conocimiento del cerebro. El lenguaje como capacidad y la lenguas como manifestación específica en las comunidades adquiere nueva luz con el desarrollo de la ciencia y la tecnología que permite la observación. Esta obra nos permite un acercamiento claro a estos nuevos desarrollos y, por ello, comprender mejor el papel que el lenguaje juega en nuestra individualidad y sociabilidad y cómo nos expresamos a través de él.

La colección la tenemos actualmente en nuestros quioscos con una muy interesante lista de títulos centrados en las neurociencias y las ciencias cognitivas. 

  • Celia Alba de Torre y Oriol Borrega Cepa (2017). El lenguaje. Las bases neuronales de la comunicación. National Geographic RBA, Barcelona. 
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Una canción: Nights in White Satin (The Moody Blues 1968)


Una canción histórica que sirvió para consagran al grupo The Moody Blues en 1968. Se había dado ya el salto del single a obras más complejas en su extensión, orquestación y concepto. En este sentido último, el LP tenía por nombre "Días del Futuro Pasado", una idea que se desarrollaba con la sucesión de canciones que iban desde la "mañana" hasta llegar a esta gloriosa "noche", un recorrido temporal por un día lleno de sugerencias y sentimientos canción a canción.

La canción, escrita por Justin Hayward, conoció dos versiones y un renacer. La versión para single fue de poco más de cuatro minutos, mientras que en el LP pasaba los 7 por los temas orquestales más desarrollados y sobre todo por el "Lamento" final, un recitado que cerraba el día. El renacer se produjo a principios de los 70, cuando la canción, que había sido poco atendida, adquirió una nueva dimensión y fue, como era propio de la época, versioneada por otros muchos cantantes y traducida su letra, en español, por ejemplo, como "Noches de seda".

Escucharla es como saltar en el tiempo. No conocía este clip de la época que nos sitúa perfectamente en el momento y nos despista por el espacio, el de París. Un vestuario que no solo nos muestra el estilo, sino que suponía una declaración en el Reino Unido de entonces, donde el traje era una declaración de intenciones en una juventud ya divida en "estilos" globales, del sonido al vestuario.

Nights in White Satin queda hoy como un himno de la época, de los iniciadores del llamado "rock sinfónico", un intento de distanciarse de las formas más simples del folk y del rock. Un intento de hacer una música más compleja, el uso de orquesta y de los primeros instrumentos electrónicos en los teclados, los sintetizadores y melotrones de la época, que estallarían poco después, con grupos como EL&P o Yes, entre otros. Fueron y son historia de la música y de la cultura jóvenes.


"The Night"
[Nights in White Satin]
(Justin Hayward)

Nights in white satin,
Never reaching the end,
Letters I've written,
Never meaning to send.
Beauty I'd always missed
With these eyes before,
Just what the truth is
I can't say anymore.
'Cause I love you,
Yes, I love you,
Oh, how I love you.
Gazing at people,
Some hand in hand,
Just what I'm going through
They can't understand.
Some try to tell me
Thoughts they cannot defend,
Just what you want to be
You will be in the end,
And I love you,
Yes, I love you,
Oh, how I love you.
Oh, how I love you.
Nights in white satin,
Never reaching the end,
Letters I've written,
Never meaning to send.
Beauty I'd always missed
With these eyes before,
Just what the truth is
I can't say anymore.
'Cause I love you,
Yes, I love you,
Oh, how I love you.
Oh, how I love you.
'Cause I love you,
Yes, I love you,
Oh, how I love you.
Oh, how I love you.

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Una película: Tiempos modernos, Charles Chaplin 1936


Hora y media de película que da para estar hablando días. Ha sido la que ha cerrado nuestro cinefórum online de este curso y quizá unade las que más tiempo hemos empleado en debatir. Hacía dos semanas que habíamos visto una película italiana, Mi piace lavorare (Francesca Comencini 2004), muy diferente en la forma pero con un fondo común: la explotación del ser humano y la deshumanización del sistema laboral. Lo que comenzó con la revolución industrial y las máquinas ha acabado hoy en la deshumanización del trabajo, en su traducción en un sistema de vigilancia y control permanente sobre las personas. Los paralelismos entre el mundo que Chaplin describía, donde la pantallas se acaban instalando en los servicios para vigilar a los trabajadores, ya no es algo futurista hoy, sino cotidiano y se ha trasladado más allá del sistema de trabajo. La película nos va pareciendo sombríamente realista conforme avanzamos. El fondo trágico que Chaplin supo envolver bien bajo la apariencia de comedia, se revela ahora con claridad, como la tragedia del mundo contemporáneo, donde no hay escape, donde se nos dice cómo ser felices para integrar la felicidad en el sistema productivo. Ya no quedan muchos horizontes hacia los que caminar, solo los paraísos artificiales que se nos ofrecen.

Los debates que surgieron fueron todos interesantes. El filme había actuado como un espejo triste de la realidad actual, como un catalizador anticipado. A la risa le sucedía una melacólica tristeza al ver ese personaje, enloquecido en las cadenas de montaje de la fábrica, que solo aspira a la felicidad y que solo la encuentra en la cárcel, en cuya pared de la celda ha clavado una fotografía de Abraham Lincoln. ¡Profunda ironía en el detalle!

El filme de Chaplin ha pasado de comedia crítica a tragedia vivida, espejo de vida en el que el humor ya no logra obviar la verdad que cuenta. Un filme para ver, para pensar y para debatir.

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